Siendo todavía un niño, en mi primera etapa escolar, cada mañana a las siete sonaba el despertador y si no lo había sentido, cosa que sucedía a menudo, era mi padre que con su clásico gesto, me obligaba a tomar conciencia de que había llegado la hora de levantarse. Es decir, me descubría enteramente. En verano, no era tan traumatico, pero de inverno, era seguramente una de las peores formas de iniciar una jornada. Imaginen, estar en lo mejor de un sueño profundo e improvisamente, se encienden las luces y la manta, junto con las sabanas se retiran de un solo tirón, dejándonos ahí sin entender nada y con ese terrible cambio de temperatura!
Vestirse, medio dormido, medio despierto, atarse los zapatos, ponerse el guardapolvo, pasar por el baño y a las apuradas lavarse los dientes y un poco la cara e ir hacia la cocina, donde una taza repleta de café con leche, recién sacado de un jarro, rojo de temperatura, nos espera para el clásico y veloz desayuno matutino. Todo con la radio de fondo, que a esa hora difundía: “El Agromatinal”.
Beber en esas condiciones, es terrible, no solo por que esta muy caliente y provoca quemaduras en el paladar, sino que no se siente el gusto y por ello, agregaba seis cucharadas de azúcar y galletas picadas en su interior, para que pase el mal trago. Aun con la piel del paladar, colgando, subía al auto, para ir al colegio y así cada mañana por siete largos años.
En las vacaciones de inverno o en las de verano, era un clásico que me instalase en casa de mi abuelo, que vive en el campo. Lo que no mejoraba absolutamente las condiciones en las que comenzaba la jornada. El se alzaba a las seis y comenzaba a buscar, desesperado todo lo necesario para preparar su desayuno, cuando ya había terminado, comenzaba a gritar, a fin de que nos levantásemos para acompañarlo y otra vez, la leche hirviendo, que bebíamos, mientras nos vestíamos y corriendo, por que mi abuelo, ya estaba sobre su camioneta, con el motor en marcha.
Pasaron algunos años y me di cuenta de que estaba agregando demasiado azúcar a mi desayuno. Por este motivo, en una reunión de amigos, donde estaba entre los presentes una nutricionista, le pregunte, si agregar tanto azúcar a mi desayuno, era una señal de mi organismo de la necesidad del mismo. A lo que me respondió que le parecía mas un capricho, que una necesidad orgánica.
Desde entonces, reduje de una la cantidad de cucharadas, que pasaron a ser cinco.
Luego, contraje matrimonio y no se si será que mi esposa endulzo mi vida (se que ella, se pondrá contenta cuando lea esto), pero reduje la cantidad a cuatro. Hoy viviendo en Italia, con 35 años y con algunos kg de mas, estoy intentando con tres cucharaditas.
Pero como cada mañana, desde que me recuerdo, antes de comenzar a beber y aun sabiendo la respuesta, me viene espontánea la pregunta: Tiene azúcar?