Como cada mañana entro en el local, siempre con su aire de sacerdote, era alto, delgado, pálido y muy pendiente de su presencia y de lo que alguien pudiera pensar o decir sobre él. Cabellos perfectamente cortados y alineados y con su vestimenta impecable, la corbata bien ceñida al cuello, que acomodaba a cada instante casi como una enfermedad. Hacia lo mismo con sus anteojos, que limpiaba frenéticamente y por los que siempre estaba controlando todos los movimientos a su alrededor, ya que con gran habilidad podía saber que es lo que estaba sucediendo, incluso a sus espaldas.
Se sentó en perfecta posición y dejo bajo el escritorio su valija de la que nunca se apartaba, quien sabe que cosas tendría allí que guardaba tan celosamente. Controlaba que todo estuviese en perfecto orden, tal como había dejado las cosas en la jornada anterior, incluso en el cesto de los papeles.
Después de unos pocos minutos comenzaba su trajín de controlar no solo lo que le correspondía, sino también todo lo que hacían las demás personas que estaban en la estancia. Siempre tenia un comentario que hacer sobre todo y sobre todos, un juicio, una opinión o simplemente una crítica. Increíblemente nada escapaba a su atención ni a su memoria, sabia perfectamente los nombres y los números de teléfono de las personas que debía contactar ese día, como se habían vestido cada uno de los que lo rodeaban y si alguno en esa semana usaba por segunda vez el mismo peinado o los mismos zapatos.
Siempre la respuesta justa, en el momento justo, siempre encontraba el modo de acomodar las cosas en modo de no quedar mal parado y de escapar a situaciones adversas llevando la parte del ganador. Adoraba hacerse pasar por uno que hablaba al teléfono o estaba muy ocupado, mientras sus oídos no dejaban escapar palabra de los comentarios de quienes estaban en torno. Adulaba y criticaba, sin mirar a nadie a los ojos. Para darse importancia, comenzaba a hablar “en difícil”, con términos que la gran mayoría desconocía y que provocaban estupor en quienes lo sentían.
De a ratos, desaparecía y a su retorno controlaba que todo estuviese en la exacta posición donde el los había dejado e incluso dejaba “anzuelos”, para tener un motivo para discutir a su retorno si algo no estaba en su lugar.
Esa mañana, el teléfono sobre su escritorio comenzó a sonar y al responder una voz nerviosa y sollozante, le hizo saber que la aventura de algunas noches atrás, no había terminado como pensaba y esto era un grave problema. Nerviosamente, comenzó a mirarse en torno, su rostro se volvió aun más pálido y un sudor frío le recorrió a lo largo su espalda. En un solo e interminable minuto, la vida pasaba delante de sus ojos y él estaba allí asistiendo petrificado y sin aliento. Salio de la habitación y se encerró en el baño, sus manos temblaban, sus anteojos estaban empañados, su corbata no le permitía respirar.
Esta vez, no era posible encontrar una salida, esta vez estaba verdaderamente en serios problemas. Como explicaría a su madre toda esta situación?
Algunos minutos después, retorno y fingiendo una total normalidad, busco en vano de bromear con sus colegas, pero su voz era ronca. El resto de la jornada fue distinto, su mente no hacia otra cosa que recordarlo una y otra vez, cada palabra de aquella llamada, sin darle tregua.
De retorno a casa, recordaba los años pasados en aquella oficina, cada una de las jornadas y las cosas que había sido capaz de hacer, con tal de ser aceptado por sus superiores.
Hijo de un artesano y de una maestra, desde siempre se había jactado de ser una persona seria preparada, de llevar una vida ordenada, de ser tomada en cuenta como un modelo. Su infancia, había transcurrido en compañía de su hermano menor y bajo la gran influencia de su madre, muy exigente y punitiva, que no solo lo había marcado en su modo de ser, era también una persona de la que no lograba despegarse y a pesar de sus casi 40 años, aun convivían.
Por años, había trabajado en una gran empresa, de la que se sentía muy orgulloso, que quebró en modo agónico. Esta no era una cosa que él pudiese olvidar fácilmente. En ese periodo, había iniciado a dictar cursos en una escuela nocturna. No era el máximo como empleo, pero le permitía de ganar algún dinero y al mismo tiempo salir un poco de su casa.
Desde siempre, fue una persona solitaria, sin amigos y pocas salidas. El destino le permitió conocer una joven, era una persona como el y sobre todo como le gustaba a su madre…
Fue en uno de sus primeros encuentros, que los dos, víctimas de tantos años de soledad y lucha interior, se desahogaron en modo brutalmente apasionado y sin medidas. No se sentía seguro de querer hacer frente a esta nueva realidad, conocía apenas a esta joven, era muy simpática, pero decididamente no era el tipo de mujer que el habría soñado. Por otro lado, no tenia en mente un cambio tan radical de vida, casarse, hacerse cargo de una familia…
Sin duda, bajo la protección de su madre la vida era tranquila, sin grandes responsabilidades ni quehaceres domésticos. Con dos empleos, lograba ahorrar y darse algunos gustos, no quería renunciar a esa vida. Pasaron pocos días y se dio cuenta de que no podía continuar adelante de aquel modo. Decidió aceptar las cosas, después de todo era una persona adulta y era el momento de comportarse como tal. Hablo con ella y juntos decidieron llevar adelante la situación, pero con la promesa de que en un futuro, no muy lejano, seria necesario contraer matrimonio.
Por otro lado, hizo todo el posible por mantenerla alejada de su casa, hasta que encontrara el modo de poner en claro las cosas con su madre. Además, era muy importante que ella, no supiese nunca sobre su pasado, ni las cosas que él había hecho, en su lugar de trabajo para satisfacer los deseos de sus superiores. Por este mismo motivo, decidió hablar con ellos y ponerlos al tanto de la situación, necesitaba tomar un poco de distancia. Desde hacia algún tiempo que no tomaba unas vacaciones y un buen viaje le serviría a ordenar sus ideas.
Sentía que ellos estaban en deuda, por sus «prestaciones» y les solicito entonces un permiso especial y una ayuda económica. Luego se dirigió a una agencia de viajes, donde encontró una oferta especial: Un viaje al exterior, por algunos días, que partía ese mismo fin de semana. No era uno de esos paquetes tradicionales, más bien una gira cultural, visitando algunos sitios de interés y una importante muestra de pintura impresionista, cosa que desde siempre lo apasionaba.
En su casa tenia muchos libros sobre este argumento e incluso algunas reproducciones de cuadros famosos. Esta ocasión era la ideal para calmar sus ansias. Volvió a la casa eufórico, inicio a preparar todo velozmente para el viaje y sin dar demasiadas explicaciones e incluso inventándose una historia de un premio que le habían asignado, convenció a su madre.
Continuara…