Después de muchas idas y venidas, de discusiones y diversos cambios de idea, la oportunidad llego y quizá en el momento justo. La aerolínea nacional, necesitaba dinero fresco y en moneda local y lanzo por una semana una promoción única e irrepetible y hubo que decidir rápidamente. En apenas dos meses, había que acomodar todo lo necesario y partir, hacia lo desconocido o conocido a medias.
Durante el año precedente, habíamos frecuentado un curso de conversación en lengua italiana, que mas que un curso era una reunión de amigos o de personas que necesitaban hacer algo distinto para salir de la rutina y de paso, entre otras cosas, se intercambiaba alguna que otra frase en la lengua del Dante.
Afortunadamente las cosas se fueron acomodando mejor de lo esperado, los muebles iban repartidos un poco de aquí y otro de allá, el vecino de al lado, estaba interesado en alquilar un departamento y bueno… no había mucho que pensar. Cargar en un bolso y una mochila, lo justo y lo necesario y pensar que todo va a salir bien y que a nuestros amigos y familiares los veremos nuevamente, apenas todo este en orden.
-. Mira que allá, dicen que hace mucho mas frío!
-. Allá, vas a tener que laburar y no es joda!
-. Dicen que los tanos son simpáticos y que es todo mas o menos como acá!
-. Estas seguro de lo que vas a hacer? Y si no.. siempre hay tiempo para volver!
Así, los comentarios de quienes nos rodeaban. Los días pasaron mucho mas rápido de lo que hubiéramos deseado y llego el gran día.
Lo mas triste fue, cerrar por última vez, la puerta de casa, hasta quien sabe cuando…
Diez horas de transporte hasta la capital, una jornada en casa de los parientes de la capi y esa noche, el vuelo transatlántico, catorce horas sin escalas! De dormir.. ni hablar, alguna que otra cabeceada, pero sueño profundo.. nada!
Para mejor mientras sobrevolaba Brasil, se movía de un modo alarmante, crujía la cabina como si en cualquier momento se fuera a destartalar y hubo que esperar una hora larga antes de la cena.
Promediando el vuelo, ya los ánimos se iban calmando, cada uno estaba en lo suyo, algunos caminaban, otros dormitaban o charlaban con el compañero de viaje:
-. Acá tengo toda mi vida! en este bolso tengo todos los máster, una carrera completa!
-. Yo bajo en Roma y ahí nomas, tomo el vuelo para España, allá me esperan mis amigos!
-. No! Yo ya tengo todo arreglado!, tengo un amigo en Milano, que ya me consiguió laburo, así que llego y al otro día al pique!
-. Si!, después de dos años, mi hija me compro los pasajes y ahora voy a conocer mi nietito!
Amaneció temprano, por que íbamos contra reloj y ya de a poco el ambiente se fue transformando. Por las pequeñas ventanillas, se veían los barcos, perdidos en la inmensidad del océano, mas tarde, anunciaron que estábamos sobrevolando África, el desierto del Sahara y se veían pequeños conglomerados urbanos, esparcidos aquí y allá. Ya era media tarde, cuando el avión comenzó a carretear en la pista del Leonardo Davinci, ya estábamos del otro lado del charco… Quien lo hubiera dicho jamás!
Pero no era un viaje turístico.. Y se sentía un gusto entre amargo y dulce y un temblor en el cuerpo, un poco por el cambio de temperatura y otro poco por la incertidumbre. El tren eléctrico, nos llevo hasta la central del aeropuerto, las fila para ingresar, de un lado los comunitarios, que solo exhibían su pasaporte y del otro los extra-comunitarios, que hacían sellar el suyo. Luego recoger las valijas y ya estábamos dentro de Italia, en Roma, la ciudad eterna.
En la estación de trenes ya comenzaron las primeras dificultades con la lengua: debíamos primero que nada comprar los billetes para ir hasta la estación central, donde haríamos el cambio para luego continuar hacia el norte. Por otro lado, comunicarnos con nuestros familiares que esperaban ansiosos noticias de nuestro arribo. Los teléfonos funcionan con monedas y con tarjetas magnéticas.
Algún gracioso había introducido una goma de mascar u otro objeto en la ranura de las monedas o había alguna que entro mal y quedo atravesada y así hasta dar con uno que funcionara correctamente. No logre hablar mas de 1 minuto que ya se había consumido todo el crédito, así que intente con las tarjetas, igual resultado. Apenas iniciaba la conversación el crédito se había terminado y explicar estas situaciones a quienes pedíamos ayuda, no era nada sencillo. Luego supe que era una falla de los teléfonos, pero ya era tarde.
El tren llego y apenas descienden y ascienden los pasajeros, parte nuevamente.
Antes de subir, hay que introducir el billete en una maquina que convalida el mismo. Quien sabe por que motivo el mio quedo atascado dentro y el display de la maquina comenzó a mostrar un letrero parpadeante: FUORI USO. Intente explicar la situación a una persona uniformada que había en el lugar, que no solo no entendía nada, sino que me decía que tenia que comprar primero el billete y luego convalidarlo, pero en otra maquina, por que esa estaba bloqueada. Lo terrible es entender y no poder responder!
Allí me di cuenta de que nuestro curso de italiano, había sido inútil.
Llegamos a la estación en cuestión y allí comenzó la espera de algunas horas hasta que nuestro tren hacia Torino partiera. Aproveche para dar una ojeada en un supermercado que había en el lugar y me quede impresionado con los precios, sobre todo el de la carne: 12 y 14 euro el Kg! A las 20 hs, los negocios comenzaron a bajar sus persianas, la estación de a poco a quedar desolada y el frío comenzó a hacerse sentir.
Un frío húmedo, que hacia doler la cara y los huesos. Luego de dar vueltas por la estación y ver por primera vez, gente para mi extraña, vestidos con trajes típicos de sus tierras de origen y negros, negros como el carbón, a los que solo se les veía el blanco de los ojos y sus dientes perfectos y blanquísimos, logramos encontrar la sala de espera, que tenia una calefacción que no era el máximo, pero al menos permitía sentirse mas cómodos.
Allí, unos dormían plácidamente, ya que por su apariencia, este era su dormitorio, otros charlaban en lenguas que hasta ese momento nunca había oído y nosotros allí a esperar en silencio. El tren partió finalmente, era como esos que se ven en los films, con un pasillo estrecho en un costado y distintos compartimentos que se sucedían a lo largo de las carrozas. Familias enteras, con niños pequeños que dormían en brazos, algunos con sus perros, otros que habían tomado el tren al inicio del recorrido y ocupaban tres puestos, extendidos plácidamente, gente que caminaba por el pasillo o simplemente no tenia un puesto y hacia el viaje en pie, conversando con alguno o simplemente mirando por las ventanas. Y ese traqueteo continuo bajo nuestros pies.
El viaje duro toda una noche, a primeras horas del día siguiente estábamos en Torino, allí debíamos hacer el cambio para llegar a Val D’Aosta, donde por la tarde nos esperaría mi cuñado.