El tren se detuvo en Chatillon y desde allí en un transporte colectivo, llegamos hasta Antey, una pequeña población a unos 1500 metros sobre el nivel del mar, en plenos Alpes italianos.
Alguna que otra casa, una iglesia un poco mas allá, un supermercado y dos bares. Preguntamos si era posible acceder a internet, no existe en esa zona nada similar, a menos que alguno lo tenga en su casa para uso particular. Era media mañana y debíamos esperar hasta las 18:30 en que regresaría del trabajo mi cuñado, que estaba en Cervinia a unos 30km de allí y unos 1000 metros mas arriba. Cansados como nunca, con tantas horas de viaje y sin haber reposado en posición horizontal en las últimas 48 hs.
El lugar era muy bonito, pero allí no había otra cosa, el frío se hacia sentir y estuvimos haciendo tempo de un bar al otro, con toda nuestra carga de equipaje. Mi compañera, se dormía, no lograba mantenerse en pie, así es que decidimos ir hacia la iglesia, que estaba desolada, pero tenia una calefacción excepcional, allí mientras ella dormía, yo me mantenía vigilante y viendo el reloj, en el que parecía que le tiempo se había detenido. Cuando por fin,llego mi cuñado en su pequeño vehículo, nos dirigimos hacia la casa, a unos 500 metros mas arriba y unos 10 km de distancia, era un camino zigzagueante y en cada curva había un pequeño grupo de casas, con un nombre que designaba el paraje, muchos establos y alguna pequeña capilla.
El lugar en cuestión se llama Torgnon.Casi en la cima, estaba el departamento donde habitaríamos, aquí lo llaman monolocale y en este caso se trataba de un viejo establo, que había sido reestructurado para ser habitado. Muros en piedra de casi un metro de espesor, una puerta de unos 10 cm de espesor en madera maciza, ventanas con vidrios dobles y postigos de madera.
En total el lugar tendría unos 30 metros cuadrados, al lado del cual había un baño y una caldera que acondicionaba el resto de los departamentos. Dadas las reducidas dimensiones, digamos que debíamos pedirnos permiso para movernos. Las camas eran plegables, permitiendo de este modo, poder circular durante el día. No podíamos permanecer demasiado tiempo en esta situación, ya que no solo era incomodo para todos, además aquí en Italia, existe una legislación que establece cuantas personas pueden vivir bajo un mismo techo, de acuerdo a la superficie habitable y cuando una persona hospeda gente, tiene la obligación dentro de las 48hs sucesivas de comunicarlo a la policía, que vendrá a hacer la inspección.
La vista era fabulosa, era como vivir en una tarjeta postal, hacia abajo se veía la montaña que descendía en escalones hacia el valle y a nuestra izquierda, se veían imponentes las montañas cubiertas de nieves eternas y el monte Cervino como un titan reinaba entre todas ellas.
Al verlo por primera vez, me resulto una imagen familiar, luego supe, que es el que la Paramount, eligió como logo para sus films. Detrás de las mismas, esta Suiza. Era domingo de pascua, al día siguiente se festeja “la Pasquetta”, que no es otra cosa que una excusa para hacer un fin de semana mas largo. Últimos días de la temporada invernal y de ski, luego de esto, los turistas comienzan a retirarse y el trabajo disminuye, por que esta zona vive de la temporada invernal.
Pequeños arroyos de agua cristalina, descienden por canales en modo permanente, las nieves se están disolviendo y ya comienzan a verse los primeros pastos. Descendiendo desde la puerta del local, unos 150 metros mas abajo, una banqueta sola en medio a un prado, era el lugar ideal para disfrutar del paisaje y de los tibios rayos de sol. Al día siguiente, acompañamos a mi cuñado hasta Cervinia, donde el trabajaba como cameriere en una estación de ski a unos 2500 metros de altura, en medio a la montaña, al pie del monte que da lugar a la localidad. Para subir, fuimos transportados en un motoski.
Allí pasamos toda la jornada, primero estuvimos fuera, sacando nieve y despejando el área de recepción de los turistas, una gran plataforma de madera, donde habían colocado mesones y bancos del mismo material. Luego en el interior, ayudamos en la cocina, lavando platos y dando una mano al cocinero, que era un francés, allí eran todos jóvenes, venidos de distintas partes de Italia y de Europa, que cada año van a pasar la temporada trabajando en el lugar, donde además les dan alojamiento y alimentos. Mas tarde, cuando comenzaron a bajar los turistas, el lugar se lleno de gente y era un ir y venir con platos y bandejas y no alcanzaban las manos para todo lo que había que hacer, yo estaba en la maquina lavadora y no me detenía un segundo.
El trajín, duro algunas horas, promediando la tarde, el sol comenzaba a desaparecer y el lugar a quedar desolado y allí termino nuestra jornada de trabajo, que fue la única en todo el mes, que permanecimos en el lugar. Seguimos buscando empleo y ofreciéndonos en los bares y albergues de la zona, pero ya las plazas estaban cubiertas, para este tipo de labores. Es necesario ponerse de acuerdo algún tiempo antes de que comience la temporada y además la gente del lugar ya tiene sus conocidos en los que confía y prefiere continuar con ellos, a menos que se vean desbordados. Comenzaba a madurar la idea de transferirnos a la ciudad, donde habría mas oportunidades y podríamos desarrollar una vida mas normal.