Cuando comencé a escribir este blog, considere oportuno hacer publica mi experiencia como inmigrante en Italia, sea para que sirva como un testimonio o por el simple echo de dar a conocer algunos detalles que muchas veces escapan a quienes como en mi caso, un día toman la decisión de hacer las maletas y buscar nuevos aires.
Esto lo fui escribiendo en distintos capítulos que titule: «El sueño italiano» con cuatro partes hasta hoy.
Hace un par de meses, cuando fui contactado por la gente de Clarín, me solicitaron entre otras cosas que contara a grandes líneas mis vivencias y aquí esta la copia de lo que escribí:
Soy originario de Córdoba capital, llegamos a Italia en el 2002, luego de pasar casi dos años de penurias, dado que yo trabajaba en Argentina como empleado administrativo en una importante aseguradora que fue «vaciada» y llevada a la quiebra y luego quedamos «encerrados» en el tristemente celebre «corralito». Mi esposa vino con la ciudadanía italiana, yo la tramite aquí y me llevo casi tres años obtenerla.
Inicialmente nos establecimos en el Valle D’Aosta, para luego trasladarnos a la Lombardía, siempre en el norte. En el 2003 mi esposa fue convocada para trabajar en su profesión en un instituto del sur, en la región Puglia y en el 2004 decidí transferirme también yo.
En todo ese periodo de tiempo, las cosas cambiaron bastante, la llegada del Euro, hizo duplicar los precios de los productos, disminuyo el poder adquisitivo de las familias, la producción sufrió una fuerte frenada y las actividades industriales, que son uno de los motores de este país, entraron en crisis.
A esto se sumo, que el gobierno de turno, que en ese entonces era el de Berlusconi, implemento una serie de reformas a fin de hacer re partir la economía al mas puro estilo: «Revolución Productiva», entre las medidas, modifico las leyes laborales, flexibilizando los empleos y tercerizandolos, con lo que surgieron las agencias de colocación. Además se modifico la ley de inmigración, creando un vinculo directo entre los contratos de trabajo y el permiso de residencia en el territorio. De este modo, quien perdía el empleo, perdía también el derecho a quedarse aquí.
A fines del 2004 me surgió la posibilidad de trabajar en una importante empresa multinacional alemana, del rubro metal mecánico, con una planta de personal de cerca 2.500 personas, entre dependientes directos y contratados temporalmente, que eran casi un tercio del total. Una de las mayores fuentes de empleo de esta zona.
La empresa se servia de varias agencias de colocación, para cubrir las necesidades de personal de los diferentes repartos, las personas eran convocadas diariamente, según la cantidad de trabajo, faltas del personal estable y demás. Fue así, que me propusieron cubrir un puesto con un contrato por un día, cosa que me resulto un tanto extraña, pero luego descubrí que eran tantos los que se encontraban en esta situación, incluso desde hacia un par de años en algunos casos.
En su mayoría, se trataba de jóvenes recién salidos de la escuela media, algunos sin ningún tipo de experiencia laboral y otros como en mi caso, con algunos años de experiencia, incluso en otros rubros. No obstante yo era el único extra comunitario entre los presentes, los demás extranjeros eran alemanes.
El contrato me fue renovado por un día mas y después por otro, y así por un periodo de 10 meses, durante los cuales debía estar siempre a disposición de la agencia, ya que ellos llamaban cada día o cuando tenían necesidad y una sola respuesta negativa, significaba quedar excluido de la lista, ya que candidatos no faltaban. En algunas ocasiones pasaba una semana o 10 días, sin tener noticias, luego recomenzaban a llamar nuevamente, incluso en ciertos periodos solo tenían necesidad de cubrir los puestos del turno noche o del fin de semana y muchas veces la comunicación venia dada un par de horas antes del comienzo del turno de trabajo.
Lógicamente, para poder ingresar en el establecimiento, era necesario tener un contrato firmado, para estar cubierto de riesgos, tanto para la empresa como para el personal. Por este motivo, cada vez que se recibía la convocatoria era necesario ir hasta la agencia a firmar el citado contrato o la prorroga del mismo y luego ir a trabajar. Esto implicaba grandes desplazamientos, sobre todo para quienes habitaban en los centros urbanos mas alejados. En mi caso, entre ir a la agencia y presentarme a trabajar, realizaba una media de 50 kilómetros por jornada, con los gastos que ello implica. Muchos desistían por este motivo, ya que haciendo un par de cuentas, si se trabajaban como mucho 15 o 20 días al mes, los gastos de desplazamiento y en algunos casos de alojamiento y comida, equiparaban a la retribución recibida.
A mediados del 2005 hubo importantes cambios a nivel directivo dentro de la empresa, salieron a la luz algunos «convenios secretos» entre agencias de colocación y administración de personal y en poco tiempo se decidió dejar de llamar personal externo y así quedamos desempleados unos 500 jóvenes, que en su mayoría y hasta el día de hoy no han tenido mas novedades de parte de esa empresa. Lógicamente, dada la duración del vinculo contractual, una vez que este ha finalizado, las partes quedan liberadas, sin que exista derecho a ningún tipo de reclamo o indemnización.