La capital de la península, que un día fue capital del mundo, es una fuente interminable de sorpresas y de atractivos lugares para visitar, para todos los gustos.
En este caso me refiero a un sitio que por sus características arquitectónicas y sobre todo por su decoración interna, queda sin lugar a dudas en la memoria de quienes la visitan.
La Cripta dei Cappuccini o Cripta de los Capuchinos en Roma es sin duda una visita obligada. Ese lugar, hasta fines del siglo XIX ha servido como sepulcro para los Frailes Capuchinos. Ademas de ellos, se depositaban los restos de los pobres.
Como el lugar no es demasiado grande y en el lugar funcionaba también un convento, se decidió extraer los restos óseos y depositarlos en un osario, no obstante se llegaron a acumular tanta cantidad de huesos humanos que se calcula pertenezcan a unas cuatro mil personas.
En el siglo XVIII se decidió transformar el lugar y decorarlo con los restos óseos presentes en el lugar y el resultado fue una verdadera obra de arte, la Cripta de los Capuchinos..
La cripta de los capuchinos Roma
Utilizando diferentes huesos del cuerpo y agrupándolos por tipo, se fueron creando formas y cubriendo los muros de los diferentes recintos que han sido “bautizados” con el tiempo de acuerdo al contenido que mas abunda en ellos como: calaveras, caderas, tibias y fémures.
La iglesia de Santa María de la Inmaculada Concepción, más conocida como la «Iglesia de los capuchinos» se encuentra en Vía Véneto, cerca de Piazza Barberini en Roma.
Fue construida no lejos del palacio de la familia Barberini, entre 1624 y 1630, por orden del papa Urbano VIII, del arquitecto Casoni, en honor a su hermano, el cardenal Antonio Barberini, que formó parte de la orden de los Capuchinos y cuya tumba aún se conserva dentro de la propia Iglesia.
La iglesia esta formada por una pequeña nave con cinco capillas laterales a cada lado que se enriquecen con reliquias, tumbas ilustres y obras importantes del arte incluyendo pinturas de Pietro da Cortona y Domenichino.
Originalmente la iglesia, estaba ubicada en una zona rural, incluido un campanario y un monasterio. Después de haber sido demolidas para la construcción de la Vía Véneto y más adelante para la construcción del Ministerio de Industria, la misma ha perdido su contexto de carácter sub-urbano.
Sin embargo, la principal peculiaridad de la iglesia de Santa María de la Inmaculada Concepción, es sin duda, vinculada al Criptopórtico o Cripta de los Capuchinos adyacente a ella, decorado con los huesos de al menos 4.000 frailes capuchinos muertos entre 1528 y 1870 y que fueron recuperados de fosas comunes en el antiguo cementerio de la Orden Capuchina que se encontraba en la iglesia de Santa Croce y Buenaventura de Lucca, a los pies del Quirinale.

En la Cripta de los Capuchinos, compuesta de varias capillas conectadas por un pasillo, se encuentran algunos cuerpos momificados de los monjes con el hábito típico de su orden, de algunos de ellos incluso se conoce el nombre, por ejemplo: tres pequeños esqueletos son los bisnietos de Urbano VIII, otro es el príncipe Matteo Orsini con el vestido típico y también la princesa Barberini, que con la mano derecha sostiene una guadaña y la izquierda una balanza.
Estos restos macabros destacan la decoración, de estilo rococó, elaborados con los innumerables elementos óseos de las diversas partes del cuerpo, formando rosetones, pilastras, estrellas, flores, guirnaldas, lámparas de araña y hasta un reloj. Las pequeñas capillas, cuyos nombres recuerdan los huesos con los que se han realizado las decoraciones (las cuencas, cráneos, tibias, fémures, etc).
Se dice que el mismo Marques De Sade se vio afectado en gran medida por dichas composiciones. El motivo de la realización de este cementerio en particular, con anterioridad a 1793, se supone que su creación es la obra de algunos capuchinos huidos de Francia en el siglo XVIII oprimidos del antiguo régimen, ya que es posible que sea sólo un trabajo de los capuchinos como un canto a la vida futura y un recordatorio sobre la brevedad de la vida o del cuerpo.
Entre las muchas suposiciones, que acompañan a este cementerio, parece que el mismo Urbano VIII había estipulado que las pequeñas capillas estaban pavimentadas con la tierra de la Tierra Santa, así como la colocación de la placa que se encuentra a lo largo del pasillo, en el que es escribió «pulvis jacet Hic et nihil, cinis«, a saber: «aquí yace polvo, cenizas y nada más».